Escuché con atención su aprendizaje. Ella se rompió de dolor hace años y todavía lo sentía como reciente. Convive con el eterno sentimiento de querer abrazar a su hijo. Me contó que con su ausencia apareció el silencio. La respiración contenida de quien sabía de su sinconsuelo; la evasión de esa conversación para no hurgar en la herida.
Resulta paradójico el pensar que, aquello que más te duele es justamente lo que más necesitas. Hablar de él era sentir que volvía a estar vivo. Recordarle en compañía era como reencontrarse todos en aquellos momentos vividos.
En definitiva: Vivir el dolor con la alegría del recuerdo.